
2009. En este momento, una editorial pequeña (y muchas grandes) hoy no paga por la obra al autor.
No, claro, porque le «ayuda» a publicar una obra que otros no quieren. Parte de esa base como mantra, dada la vuelta eso sí para que se lea más bonito.
Así que, el autor, invierte con esa obra, como si invirtiera un dinero. Así que es CO-EDITOR de la obra, por cojones, ¿No? No hay un dinero físico, pero, si aporta su obra sin recibir una compensación económica por el trabajo y horas realizados, está «invirtiendo» todas las horas de trabajo y esfuerzo, que podría haber repartido en otros encargos o trabajos que sí le hubieran sido remunerados. La editorial paga la maquetación, pero no la obra. Genial.
Vale, pero él quiere publicar eso, así que traga. Temporalmente al menos.
Pongamos entonces que, pese a lo ya precario de ver publicada tu obra como si te hicieran un favor, firmas un contrato (no siempre), y recibes el 10% de las ventas. Ya, pero, ¿no comentabamos que de una forma u otra, habías invertido en ello? Vale, pero, en la práctica, no.
Ante los temores por lo poco que suelen moverse editoriales pequeñas, o grandes, ya que además de «lo tuyo» tienen otras cosas, el autor piensa «vale, pues ya que de una forma u otra invierto en ello, lo haré bien. reservaré un par de presentaciones en algunos sitios, o en una feria, y así de paso, les haré publicidad también a ellos», y toma una decisión e invierte un dinero.

Pasados unos meses, llega el evento donde presentar el libro. se ha hablado previamente durante semanas, se ha propuesto lo del stand y se le cuenta a la editorial el movimiento tomado, el autor paga stand y promoción de la obra. A la editorial le parece bien, dejando en el aire que luego colaborará en esos gastos. Al fin y al cabo, se está haciendo representación de la editorial allí, ¿no?
Pasan semanas. Muchas semanas. Se informa al autor tarde y mal del proceso de edición. Una semana antes, el autor desconoce si ha llegado a imprenta. A pocos días del evento, sigue sin saber nada. Autoedita otra revista, por si acaso, para no llegar a la convención de vacío, y perder el dinero, que no es poco, invertido.
Queda un día. El autor, viaja a la ciudad del evento, aún sin saber nada. Esa misma mañana le llaman.
El material llega, justo, la mañana en la que se abren las puertas del evento. No ha habido prueba de imprenta, sólo la confianza en que saldría bien. Sale bien, pero con algunos errores, nada importante. Pero, ¿Es normal esto? Bueno, hay otros stands de otras editoriales que a las 12 del mediodía están vacíos aún. Es una práctica normal en el mundillo.

El autor, y acompañante, comienzan a vender. Se venden una media de 20-25 libros por día del evento, lo cual no es muy normal en una obra desconocida, y que «otros no iban a publicar», unas buenas cifras, dicho por editores que llevan ya algunos años en esto.
4 días intensos, de casi 12 horas de estancia vendiendo y haciendo promoción de la obra, y por lógica, de la editorial, que «desembarca» en el género del libro en cuestión, y se está dando a conocer en ese evento y convención, que el autor de la obra creyó que debía reservar para despegar allí.
Pasados unos días, la editorial pide informe de ventas y gastos al autor, y que les devuelva el porcentaje de los 80 libros vendidos que le corresponde a la editorial.
Un comentario en “La Odisea del Primer Libro Autoeditado (1)”