CHICADESERIEB 9×03 #Barcelona

En la parte positiva, ayer improvisé un post en facebook, totalmente llevado por los sentimientos, por las experiencias, que parece que gustó mucho a amigos, desconocidos y contactos. La tira de hoy, en sus viñetas de recuerdos, acompaña sencillamente aquellas palabras, que reproduzco a continuación:

Viví en Barcelona. Estudié en la Escola Joso, y pasé algunos de los mejores años de mi vida, y también peores porque cuando aprendes a vivir, con 19 años, a veces todo es muy duro. Pero pasé muchos, muchos días solitarios (voluntarios, algunos somos así) paseandome la ciudad de cabo a rabo, parando siempre, largas horas, por las zonas más bonitas y cosmopolitas como eran la Plaça Catalunya y las Ramblas, sobretodo en sus primeros tramos, esos en los que podías meterte por calles aledañas y comprar cds, ropa gótica, y mil cosas…

Un Miquel R. Sarrá, «El Ratera», y un Joso, un Sempere y un Ferry, un Xavier Carrasco «Bié» que me enseñaron tantísimas cosas, que hoy enseño a otros, y me empeño en seguir los pasos de todos ellos… Pese a sus advertencias de «no salirse del camino al páramo», como decían los lugareños a los protagonistas de «Un Hombre Lobo Americano en Londres»

Viví un amor de película instantáneo,en mi segundo o tercer mes por allí, entre Ramblas y Plaza Catalunya en el metro, una historia que un día contaré en viñetas y os parecerá increíblemente imposible (y de la que juraría que las pocas personas que la conocen son Manu M. Vidal, Jana Elosua, Sara Sardon y Miri Chimichanga) una tal Miriam (qué cosas) a la que un flechazo me unió, un par de semanas de romance siguieron y seguí conociendo Barcelona con ella (pero yo aún estaba en una inicial relación con otra persona en Burgos con la que no era feliz), con la que rom`pí porque no había aprendido a vivir, y sentía que había sido poco sincero con ella, a pesar de todo el dolor y llanto que me produjo romper, porque yo me sentía todo un caballero, y no quería que aquello, ya manchado, siguiera así.

Una Barcelona en la que redescubrí a Loquillo, gracias a Manu, que me puso banda sonora a aquel romance tontorrón e intenso, y a mis días de dibujante aprendiz yendo a ver a Hernán Migoya al Víbora, no tanto para pedirle que me publicara en Kiss, sino para preguntarle si él creía que ese estilo raro incipiente que tenía, podía llegar a algo (y me dió muchos consejos, y me apoyó en mis ideas y estilo, y con eso me fuí más contento que si me hubieran publicado a la primera y no me hubieran ayudado a enfocar aún más mi estilo.) Migoya y Sequeiros acabaron siendo «secundarios» en mis correrías, y entre exposiciones y jaleos, cayeron más cervezas de las que he tomado el resto de mi vida, porque no me gusta, pero coño, Migoya y Sequeiros, Motherfuckers, y yo con 19 añitos.

Una Barcelona a la que un año más tarde, vendría a verme Sara porque «tenía que estar conmigo», y como soy don perfecto, tuve que avisar a su madre de que estaba bien y se había escapado a verme, para encontrarnos después en un paseo por Sants, a una niña que, dejó de jugar y, como en una película rollo La Profecía, la entregó a Sara un papelito que había cogido del suelo que decía algo así como «Arrepiéntete de tus malos actos», lo que provocó un susto de autosugestión de los que tanto nos gustaba sufrir a posta, y luego muchas risas.

Una Barcelona en la que conocí a Bernat, que siempre nos decía «¿A que me parezco a Johnny Depp?» y nos reíamos de él y le decíamos, sí, en el blanco de los ojos, y mira, acabó siendo su doble oficial en España (yo todavía no me lo explico), y a Marcos Alfonso, El Gallego del mal, Marc Esteve Ribas, mi archinémesis, Busquet, Bachs, Pite y tantos otros, con los que fuí creciendo, aprendiendo de todos e intentando echar un cable. Una Barcelona que me presentó a Jordi Coll, que a su vez me abrió las puertas de Amaníaco y nos dió tantas alegrías de comienzos semi-profesionales.

Una Barcelona que, enamorado, le presenté a Miri durante un salón del cómic, y que creo la enamoró un poquito también, junto a Inma y Dani, y hace unos años a Jana, con el mismo resultado creo, aún la recuerdo vestirse con un pijama porque era muy cómodo y nadie la iba a mirar, para bajar a desayunar.

Una Barcelona que hoy quiero dedicar un par de horas, minuto a minuto, a recordar y esperar que se cure de lo que ha pasado hoy.

Amigos, hermanos y maestros de Barcelona. Espero que estéis todos bien. No me gusta lanzar textos autobiográficos de este calibre, no me gusta ser el centro de los recuerdos hacia una persona o ciudad, pero Barcelona me hizo ser protagonista de una serie divertidísima durante años, y así es como la recuerdo, con las vivencias apresuradas, alocadas y esforzadas, de un estudiante de cómic en la Escola de Comic Joso durante finales de los 90.

En la parte negativa, esa razón, la que reflejo en la última viñeta y está totalmente fiel a mi experiencia esta mañana en una cafetería, me lleva a negarme a ser «socialmente comprometido» y acudir con otros burgaleses al minuto de silencio en la Plaza Mayor de Burgos. Porque ellos, la gran mayoría, consideran que la ciudad que me acogió, que me dió oportunidades profesionales de proyección nacional e internacional, es un lugar abyecto. Sí, es así.

El Burgalés medio pasa su vida criticando «lo de fuera», especialmente catalanes y vascos, sembrando el odio en sus hijos sin educarles en el respeto por otras lenguas, culturas e ideologías. Es así como está el patio, y para mí, si algo le pasa a Barcelona, es como si le pasara a Burgos, una ciudad a la que amo con mucha gente maravillosa que vive en ella, pese a las cucarachas que campan a sus anchas alardeando siempre de su estulticia, su «lonuestrismo» y las cantinelas de turno con lo que venga de «fuera», sea un catalán, un rumano o una rueda (alguno, como en tiempos de Atapuerca, aún recela de cualquiera de los tres).

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