
(Continúa de la Primera Parte)
El autor presenta gastos, y dice que por lo menos, esos 100 ejemplares del evento podrían ser suyos, por las molestias tomadas y los gastos de inversión en el evento, o como poco que se deduzcan del total a ingresarles, el pago del stand y gastos de viaje, noches, o trabajo en el stand, estos últimos detalles como se quieran tomar, pero alguna compensación por el esfuerzo, sin contar todos los objetos promocionales que el autor ha tenido que imprimir y gastar él porque, como he comentado, semanas antes desconocía si lo iba a hacer la editorial o si daba siquiera tiempo (en total, el gasto del autor en el stand y merchandising ha sido superior a la recaudación de los 100 primeros libros vendidos).
La editorial es tajante, no se va a encargar, pese a las conversaciones anteriores, del gasto del autor, y quieren lo recaudado por los libros, el total. “Eso no es serio, invertiste en el stand por tu cuenta y riesgo”.

El autor, que se quede con el porcentaje hablado de las ventas (pero segun palabras del editor «ya después, cuando se hayan vendido 1000 ejemplares», y como mucho, del material que ha hecho promocional. Así que el dinero, ngréselo a mayor prontitud, por favor, señor AUTOR DE LA OBRA.
Nadie le pidió que hiciera nada.
Y en la práctica, la editorial tiene mucha razón.
Además de puta, el autor pone la cama.

Poco después, hay una presentación en Burgos, pactada y hablada de antes.
Tanto el librero, que NO ENCUENTRA distribuidora alguna que lleve el libro, del cual según la editorial se iba a hacer una tirada de 1000 ejemplares, como el autor, se ponen muy nerviosos. Hablando con el editor por teléfono, este jura durante una semana de llamadas, que ya se han enviado los ejemplares, hasta que, en confesión con el librero (ignorando la amistad que le une al autor), le dice que es que estos libros se están imprimiendo bajo demanda, pagando cada 100 libros la imprenta, y haciendo unos pocos más si se puede, cosa que no ha podido hacer hasta el momento.
El día de la presentación, los 50 libros que debían estar en la librería para la presentación, NO HAN SALIDO AÚN DE IMPRENTA. Ésa es la realidad, con lo que en la presentación, se saluda a los asistentes, y se les emplaza para otro día. Todo esto en plenas fechas navideñas.
Después de esta jugada, en la que el editor envía los ejemplares sólo cuando el librero se los ha pagado, el autor decide romper la relación con la editorial. Se envían sendos burofaxes, el primero al primer domicilio del editor, el segundo a otro, del cual se acaba sabiendo una vez huye de un sitio a otro durante el transcurso de esas semanas.
Habiendo perdido dinero para que una editorial, bajo demanda encima, editara su obra, el autor decide rehacer la portada, hablar con el maquetador original de la obra (el único que al menos, parecía haberse asegurado el pago de su trabajo), y hacer una nueva portada para diferenciarla de la primera versión. Curiosamente, una portada que fué el primer boceto, la primera idea que tuvo para la cubierta. Así es como sale a la venta, unos meses después, durante la BIG BANG LEÓN, «CHICA DE SERIE B: LA EDICIÓN DEL AUTOR».

Después las cosas se complicaron, el autor había perdido tanto dinero con la otra editoral que tampoco podía permitirse una edición mayor de los 300 ejemplares que imprimió, bajo demanda de nuevo, y que poco o mal pudo distribuir en unas pocas librerías, pero se siguió vendiendo muy bien en salones del cómic y jornadas.
Un comentario en “La Odisea del Primer Libro Autoeditado (2)”